Los viajes que los gobiernos y grandes instituciones realizan en el marco de sus relaciones internacionales -para tratar asuntos de Estado, la negociación y celebración de tratados, acuerdos, pactos, convenios internacionales, el normal desarrollo de relaciones diplomáticas y consulares, o la participación en conferencias internacionales, entre otros- poseen una dimensión, y gozan de un dinamismo, con un alto impacto positivo a nivel económico y social.
Este impacto positivo de los viajes de gobierno e instituciones en los destinos receptores contribuye a potenciar su reputación exterior, también contribuye a la recuperación y/o consolidación de los mismos, al tiempo que contribuye a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, mejorando las condiciones sociales, económicas y medioambientales, lo que permite sentar las bases para un crecimiento económico sostenido, inclusivo y que contribuye a reducir la desigualdad y la pobreza, así como la promoción de ciudades y comunidades sostenibles.
Por lo destacado con anterioridad, esta tipología de viajes son sumamente atractivos para los gestores de los propios destinos, entendidos desde la perspectiva de posicionamiento internacional, que puede analizarse desde múltiples aspectos como la reputación y conocimiento del destino, o como motor de desarrollo económico y social. Entre otros motivos porque, como es evidente, desencadenan en un efecto positivo de forma indirecta en el resto de los sectores del propio destino.
Ejemplos claros de cómo esta tipología de viajes mejora el posicionamiento de los destinos –y provoca un efecto positivo en el resto de sectores del destino y de la región- lo tenemos con Davos (Suiza) que pasó de ser un destino turístico enfocado principalmente en los deportes de invierno, a ser a ser internacionalmente conocida –y situada en el mapa- por ser la sede del Foro Económico Mundial (World Economic Forum), también llamado 'Foro de Davos'. Pero no debemos entender este posicionamiento internacional solo desde un punto de vista de “conocimiento del destino”, ya que otras ciudades con posicionamiento –y situadas ya en el mapa por ser grandes capitales- como puede ocurrir con Madrid (España) y Adis Abeba (Etiopía), han visto aumentado su posicionamiento internacional, económico, social y turístico por el efecto positivo de la celebración de la COP25, en el caso de Madrid, o por ser la sede de la Unión Africana, en el caso de Adis Abeba.
El preparar en apenas cuatro semanas la cumbre del clima (COP25) en Madrid, fue un reto en términos logísticos, a la par que de seguridad debido al perfil de los invitados, ya que acudieron máximos dirigentes políticos y grandes empresarios, pero su éxito organizativo ha permitido a Madrid reafirmarse en su posicionamiento internacional a nivel institucional, político, social, económico y, evidentemente, turístico.
En este sentido, la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, antes de celebración de la COP25, subrayaba: "La organización busca un entorno seguro y estable y ha elegido a Madrid porque nos ven como una ciudad que acoge, que sabe preparar grandes eventos, que tiene plazas hoteleras, que tiene grandes transportes e infraestructura", según declaraciones recogidas en el diario El País en su edición del 02/11/2019. Un claro ejemplo de potenciación de la reputación, crecimiento económico y posicionamiento internacional.
Destinos como Detroit (EEUU), o la ya mencionada capital de Etiopía Adis Abeba, están sabiendo beneficiarse de la realización de ésta tipología de viajes para generar una nueva perspectiva (nicho) de mercado, ya que la ejecución y desarrollo de ésta tipología de viajes –y eventos asociados a los mismos-, así como la implantación de políticas que beneficien su realización, generan un alto interés turístico, económico y social, entre otros aspectos.
Detroit en siete años ha experimentado un crecimiento histórico, pasando de declararse en bancarrota en el año 2013 a posicionarse como una de las ciudades con mayor proyección en los Estados Unidos durante 2019, gracias la implicación de sus autoridades que idearon un sistema de gestión que consiguiera hacer a la ciudad resurgir de la manera más rápida y efectiva posible. Hoy en día Detroit se ha convertido en una ‘Smart City’, es decir, una ciudad inteligente que ofrece a sus ciudadanos y visitantes servicios tecnológicos que facilitan el modo de vida. Asimismo, se ha situado como un destino sostenible cuyas infraestructuras han disminuido el consumo energético y las emisiones de CO2. Una de las medidas que se aplicó fue el cultivo de huertos urbanos que ayudaran a la autosuficiencia de los vecinos. Además de vehículos autónomos, cámaras de reconocimiento facial en los edificios, entre otros servicios tecnológicos que atraen la innovación y prosperidad del territorio. Todo esto ha provocado un incremento de viajes –incluyendo aquellos de carácter gubernamental e institucional-, y por tanto incrementando la celebración de eventos, cumbres, foros internacionales, etc.
En el caso de Adis Abeba, su designación como sede de la Unión Africana –unión política formada por 55 Estados africanos, y cuyo objetivo son la promoción de la unidad y la solidaridad entre sus miembros, la eliminación de los vestigios del período colonial, coordinar la cooperación para el desarrollo, salvaguardar la soberanía y promover la cooperación internacional- ha permitido, a través de una planificación estratégica adecuada impulsar el destino, abrirse paso en una zona en vías de desarrollo y potenciar la creación de infraestructuras logísticas, de servicio y comunicación.
El papel que juegan los destinos como gestores del espacio en el que se desarrolla una cumbre o foro internacional potencia la imagen que de ellos se proyecta en el mundo, como podemos ver ilustrado en los ejemplos anteriores. El impacto de esta actividad viajera, que posee una amplia dimensión y goza de un dinamismo propio, aporta a los destinos –por ende a los gobiernos e instituciones, a los proveedores de servicio, y a los profesionales- una nueva perspectiva de mercado, generando un alto interés turístico, económico y social, que posiciona a las ciudades dentro del mapa. El desarrollo sostenible –económico, social y turístico- de un destino comienza por la participación activa y el compromiso de todas las partes respecto al fomento de una gestión responsable.
Además, el turismo es una actividad que va más allá de su propio sector, y cuyo impacto alcanza otras áreas de actuación, gracias a la construcción de infraestructuras, la creación de empleo, el contacto con el medio ambiente y la difusión de la cultura de un territorio. De esta manera, se multiplican los motivos por los que las ciudades que acogen viajes gubernamentales e institucionales, enmarcados dentro del nuevo sector Governmental and Institutional Travel and Tourism (GITT), son una fuerza de crecimiento para los propios destinos, consiguiendo que se desarrollen a nivel local y refuercen su presencia dentro del plano internacional.